
COMPLEJIDAD
Por María Isabel Muñoz
Una sola palabra de origen latino, contiene muy bien la esencia de un proceso inherentemente humano como es la Comunicación. COMPLEJIDAD proviene etimológicamente de complectere, cuya raíz plectere evoca basalmente el acto de trenzar o enlazar, lo que añadido a su prefijo com, nos entrega el sentido de dualidad o intervención de dos o más elementos que interactúan simultáneos u opuestos. Los elementos de la Comunicación así enlazados y correlacionados caracterizan de este modo a un conjunto intrincado y difícil de comprender. Les invito a navegar...
¿Por qué la Comunicación es compleja?
Primordialmente pues se trata de un proceso en extremo dinámico y veleidoso, espacio donde todo comunica o entrega una señal. Aquí, en este enorme flujo y campo de información y datos, resulta ser que la información no está ligada necesariamente al logro de entendimiento, aceptación y/o conocimiento, delivery erróneamente supuesto por mucho(as)s como algo que ocurre casi por defecto.
Se trata en suma de una ecuación sine qua non: a la vez Interna y Externa, que entre muchas variables deberá procurar ser coherente, es decir que dichos y declaraciones, acciones y decisiones se realicen en el esfuerzo para generar convergencias y sintonías con ciertas virtudes declaradas o aspectos concretos de la realidad. A estas alturas -y desde un lujo que sólo proporciona la madurez- me atrevo a desechar la palabra verdad y objetividad en sus conceptos más puros, sólo en virtud de la interacción entre seres humanos. Probablemente en un par de años o menos, seremos asumidos testigos ante la eclosión inevitable de modos más absolutos de objetividad y neutralidad en la construcción de verdades informativas, baste sólo pensar en las infinitas conversaciones dadas en la órbita del Chat GPT u otras modalidades cuánticas.
Pero volvamos a la complejidad propia de este artículo: Tal como sucede en el nivel estratégico, en la dimensión comunicacional y relacional las PERSONAS y sus mundos siguen siendo un factor clave. Tanto para organizaciones, o empresas públicas o privadas, no existe un modelo único de estrategia y plan de comunicación, que en la actualidad es prácticamente impensado si no se acciona y complementa digitalmente desde un despliegue multicanal y desde plataformas.
En la vorágine de comunicación, oscilamos como un péndulo todos los días desde la desinformación, hacia la información, incluso a la saturación de información. Desde luego este complejo proceso, no se reduce sólo al acto de emitir, compartir y generar significados, implica por cierto la necesidad de planificar, priorizar, enfatizar, dosificar, segmentar, controlar, adaptar y ajustar sistemáticamente para cautivar o impactar con nuestros mensajes, priorizadamente en aquellas audiencias, grupos o círculos donde necesitamos llegar.
Comunicar no es SÓLO publicar, emitir y hacer público: ¡Se debe gestionar! aportando a objetivos que estén en sintonía y contribuyan con el plan/modelo de negocio. En conclusión, a la olvidada acepción de complectere (Complejidad), se suma el proceso entrelazado de codificación y decodificación (planos y realidades individuales, institucionales y hasta corporativa), generando en el mejor de los casos, las bases de la cultura, relacionamiento y reputación.