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La discriminación a la generación de los 10 millones

Por Felipe Gerdtzen; Socio FOCCO

Septiembre 2024

Si eres uno de los cerca de 5 millones 700 mil chilenos o chilenas que tiene entre 40 y 65 años, estás viviendo – supuestamente - el momento de mayor rendimiento de tu vida laboral.

 

Si has formado una familia, lo más probable es que seas padre o madre de un menor de 25 años, que pertenece a los 6 millones 200 mil chilenos y chilenas de esa edad.. Y lo más seguro es que seas hijo o hija del casi millón de habitantes entre los 75 y los 100 años. Es decir, eres, y somos,  parte de una generación conectada social y económicamente con cerca del 65% de la población.

 

Somos el grupo que sostiene económicamente a esos niños y jóvenes y que también juega un rol cada vez más importante en apoyar materialmente a nuestros padres, que están viviendo de manera frecuente por lo menos unos 20 años más, después de la edad de jubilación, que en la mayoría de los casos, les alcanza para bastante poco.

 

Tenemos un papel crucial en un modelo económico que hoy nos está discriminando de un modo muy silencioso y cruel a través del currículum.

 

Hace un año y medio estuve casi 6 meses cesante. Creo que poseo una experiencia y unas credenciales que me hacen competitivo. Pero después de haber enviado unos 200 CV a distintas empresas e instituciones, me llamó poderosamente la atención el hecho de no ser llamado a ninguna entrevista.

 

Conversando con una amiga del mundo de los Head Hunter, me di cuenta que tener un RUT en la zona de los 10 millones era un gran problema. “Buscan jóvenes”, “son más tecnológicos”, “facilitan la transformación digital”, “son más baratos”. Una frase tras la otra. Todos esos paradigmas me dejaban off side en primera ronda. Entendí que uno puede  evitar definirse en materia de género, pero los formularios de solicitud laboral no perdonan la fecha de nacimiento.

 

Cuando pedí trabajo por medio de  las redes sociales y conté esta frustrante experiencia con esta muralla invisible, me llovieron mensajes de apoyo y, sobre todo,  frases como: “a mí me pasa lo mismo”. Eran cientos de hombres y mujeres contándome que se sienten desechados por un sistema que tienen que seguir pagando, menospreciados por un algoritmo de búsqueda de talento que hoy se deslumbra por los millennials y que jubila a cuenta gotas a nuestra generación, justo en el momento en que debiéramos estar en la sala de comando y control.

 

Somos millones de personas con gran capacidad de adaptación, en la culminación de la era analógica y el comienzo de la era digital. Hijos del rigor, de la disciplina y de una cultura del trabajo sólida y comprometida con el resultado colectivo. Fuimos la generación que se puso al servicio de sacar adelante un nuevo pacto político, social y económico para nuestro país. Sin embargo,  muchas veces, somos rechazados en forma automática por robots que nos descartan por la edad.

 

Al estudiar este tema me di cuenta de que es un fenómeno global. Leí historias parecidas a la mía en Estados Unidos, España, México, Finlandia, Francia, Argentina, Colombia, Perú. Y desde luego en Chile.

 

Somos una humanidad que avanza, sobre todo Occidente, hacia un envejecimiento masivo, donde vivir 100 años será frecuente. Pero hoy a los 50, estamos siendo jubilados anticipadamente en la cámara secreta de una solicitud digital.

 

Y no me quedaré en la queja. Nuestra generación tiene la sana costumbre de buscar soluciones, ir de frente sin miedo a competir ni a trabajar.

 

Esta columna es un intento para generar una gran conciencia: convertir lo inter generacional en una ventaja competitiva de nuestra economía y nuestra convivencia social. Con nosotros en un lugar relevante. Hay muchos ejemplos y maneras de lograrlo. Pero creo que lo primero es decirle a los programadores de los formularios que no discriminen a los de los “10 millones”, porque puede colapsar la economía social real de un país y  la salud mental de muchas personas que aún tienen mucho que dar a la sociedad.

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